Vos, desde el momento en que me convenciste de ser tu compañera, ya sabía que estaba perdiendo. Desde el momento en que me convenciste que todo iba a ser perfecto juntos, como si todo eso fuera una invitación a salir.
Después me di cuenta que al tirarte de las orejas podía crear un mundo el que yo podía imaginar que todo era perfecto. Hasta que me fui, y en ese tiempo te olvidaste de todo.
Te olvidaste todo lo pasamos juntos el año pasado, te olvidaste que yo también era tu amiga y te olvidaste de todo lo que me prometiste. Y yo volví, como si mi viaje no hubiese durado dos meses, y me encontré con vos, que ni sabías quien era yo.
Y dijiste antes todos que
yo te
ABANDONÉ.
Hay pocas cosas que me duelan más que me digan eso. Yo no abandono a las personas. Y si lo hago, es totalmente inconciente. Soy completamente incapaz de abandonarte, no quiero que nadie se sienta como me sentí yo muchas veces. Decime cualquier cosa menos que te abandono...
Y así fue como sentí un odio absoluto hacia vos. Y después, (como todo mi enojo desemboca en tristeza) cada vez que te miraba me entristecía.
"
Cómo pude creerte. Cómo vos me podrías haber defraudado así. Cómo podés sentir que yo te abandono. Yo jamás lo haría".
Y así, tras pena y pena, hoy me animé a acercarme y me salió un "felicidades" desde adentro. Me dijiste que te esperara, y luego hablamos como si nunca hubiese pasado nada, y sonreías, sonreías tan inocentemente... Incluso me preguntaste
"¿te cortaste el pelo?" y cuando pronunciaste esas palabras ya sabía que te había perdonado. Y que me había perdonado a mi misma.
Me di cuenta que te adopté como hermano menor desde un principio, que por eso la idea de abandonarte me quebraba en pedacitos, y que ahora, sonreirme como si nada y acordarte de que tenías una hermana, era suficiente para mí.
Hoy me encontré perdonándote todo lo que me dolió tanto. Sos mi hermano menor, no hay otra forma de explicarlo.